A las 11.00 pm. del 19 de septiembre del año del Señor 2023, a la edad de 101 años, rodeado del afecto y los cuidados de sus hermanos,
EL P. CHERUBINO PORZI, TOR
completó su transitus en el convento de S. Maria della Salute en Roma. El médico confirmó su fallecimiento en las primeras horas del día siguiente.
Fr. Cherubino nació en Morico di San Ginesio (MC) el 20 de febrero de 1922, hijo de Vincenzo Porzi y Antonia Forti, en el territorio de la Comuna de San Ginesio (MC). Recibió el bautismo el 23 de febrero del mismo año.
A partir de los documentos del Tabularium provincial, ingresó en el colegio de Francavilla d’Ete el 9 de octubre de 1933 y aquí tomó el hábito en el convento de Francavilla d’Ete el 27 de septiembre de 1937. En el convento de Montefranco (TR) vivió el año de noviciado e hizo su primera profesión religiosa el 4 de octubre de 1938. En San Ginesio, el 8 de octubre de 1944, emitió la Profesión Solemne en manos del Fr. Michele Venditti, delegado del Ministro Provincial Fr. Giuseppe Cosimi.
En la misma ciudad fue ordenado sacerdote por Giuseppe D’Avack, arzobispo de Camerino, el 29 de junio de 1946.
De 1946 a 1950 fue prefecto de postulantes en el convento de la Beata Virgen de Piratello en Imola; tras una breve estancia en el convento de S. Antonio di Francavilla d’Ete en 1951 fue trasladado a la comunidad de S. Maria della Pace en Massa Martana (PG) donde ejerció el ministerio de párroco de S. Sebastiano en Castel Rinaldi.
De 1954 a 1973 residió en el convento de S. Francesco en San Ginesio, donde fue ministro local, responsable de los postulantes, capellán de dos comunidades religiosas femeninas distintas, y donde sobre todo se dedicó a la educación de los jóvenes en el Gimnasio interno del convento y en el Instituto de Maestros de San Ginesio.
De 1973 a 2002 trabajó en la Curia Romana en el entonces Archivo del Consejo para los Asuntos Públicos de la Iglesia, luego Archivo de la Sección para las Relaciones con los Estados (Segunda Sección de la Secretaría de Estado). Por este servicio, el 16 de octubre de 1994 fue condecorado con la Cruz Pro Ecclesia et Pontifice por el Santo Padre Juan Pablo II.
En Roma vivió en los conventos de S. Maria della Salute y Ss. Quirico y Giulitta.
Hombre de profunda cultura y erudición, especialmente en el campo de la filosofía y de las lenguas latina y griega, cultivó su espíritu de oración y su interés intelectual hasta los últimos días de su vida terrena.
Con ocasión de sus cien años de vida, recorrió así su largo ministerio, con el espíritu dialéctico que le distinguía:
más bien, paso a reflexionar sobre si mi larga vida y mi obra han respondido fielmente a los fines de mi consagración sacerdotal y religiosa y, en particular, me pregunto: los fieles de Imola (Piratello), de Francavilla d’Ete, de Massa Martana (Castel Rinaldi), de San Ginesio, de Roma (Santi Quirico y Giulitta y Primavalle) ¿pudieron ver en mí a un verdadero «mensajero» del Señor, a un verdadero pastor de almas? ¿Fueron mis muchas palabras el eco de la Palabra evangélica o un flatus vocis vacío, silencioso, ineficaz? ¿Fueron iluminadoras para los fines de una verdadera vida de fe? Los compromisos en el trabajo parroquial, en las asociaciones, en nuestros seminarios menores, en los dos colegios, masculino y femenino, ¿han sido siembra de verdad, han contribuido a un futuro de vida digna, iluminada por una fe cristiana sincera? Las Hermanas de las dos comunidades, Venerini y Clarisas, ante las que tuve una responsabilidad espiritual, ¿vieron en mí la persona de un verdadero consagrado? La enseñanza, nunca interrumpida, en nuestros seminarios, en escuelas privadas y ocasionalmente en escuelas públicas, que me puso en contacto con tantos jóvenes de ambos sexos, ha sido siempre, para mí, una ocasión preciosa de inculcar valores eternos, no sólo de cultura, sino sobre todo de vida cristiana honesta y digna?
[…]
Al final, sin embargo, de este deambular terrenal, es la esperanza la que consuela: esa esperanza no humana, que no es un «tal vez», un «quién sabe», un «ya veremos», sino esa esperanza divina, que afirma su verdad en las palabras infalibles del propio Jesús: «Todo el que crea en mí tendrá vida eterna». Lo que realmente siento ahora es la necesidad de ser un mendigo de la oración, para poder santificar al menos este último trozo de vida que el Señor quiera concederme. Por eso le pido, de todo corazón, que me anime ese espíritu de desprendimiento de todo pesar y de toda nostalgia terrena, e impulsado por ese deseo ardiente, irresistible, que San Pablo expresaba todavía con toda la fuerza del «amor»: «Cupio dissolve et esse cum Christo».
El funeral del Fr. Cherubino, presidido por Fr. Daniele Randazzo, Vicario provincial, se celebró en San Ginesio el 23 de septiembre de 2023, con la participación de numerosos hermanos, su hermana, seres queridos, amigos, muchos antiguos alumnos y fieles, que celebraron la semilla de Cristo que fue su presencia y su ministerio en sus vidas.
Fr. Cherubino descansa en el cementerio de San Ginesio, en el cumplimiento de aquella esperanza que había confiado a la última meditación en la que estaba trabajando: «Me envolverá la luz de otro Sol, que nunca se pone y no permite «adiós», porque todo es, y siempre será, esplendor perenne».